Eres un cínico, un canalla… ¡un perro!

Por Zazil-Ha Troncoso

Será el mejor amigo del hombre, pero hasta la fecha nadie sabe de dónde viene la palabra perro. Se cree que tiene que ver con su gruñido o porque se les llamaba con algo así como un “prrr”, pero solo son teorías que nunca se han podido comprobar.

Lo que sí se sabe de la palabra perro es que no viene del latín. Lo que se desconoce es si surgió en España después de que los romanos se apoderaran de ella, o si ya estaba ahí cuando llegaron, lo cual parece ser la tesis más sustentada.

Cuando el español comenzó a tomar forma, el vocablo que surgió para estos lindos animalitos fue el de can, que en la actualidad solo tiene un uso poético o como sinónimo en casos desesperados.

Can viene del latín canis, de donde deriva canalla, y del griego kynos, que dio origen a cínico, dado que ambos, se supone, se comportan como perros.

Decía Miguel de Cervantes Saavedra, en el diálogo entre perros llamado Coloquio que pasó entre Cipión y Berganza.

“¿Al murmurar llamas filosofar? ¡Así va ello! Canoniza, canoniza, Berganza, a la maldita plaga de la murmuración, y dale el nombre que quisieses, que ella dará a nosotros el de cínicos, que quiere decir perros murmuradores”.

El vocablo can le dio también su nombre a las Islas Canarias debido a que el rey de Numidia, Juba II, las visitó en el siglo I y le llamó la atención el hecho de que había muchos perros.

Así que llamó a una de ellas, en latín, Insula Canaria, es decir, Isla de los Canes. La palabra canaria está formada por can, a la que se agregó la terminación aria, una partícula que usamos para formar vocablos que indican un conjunto numeroso, como pasa con herbolaria y delfinario.

Esa isla hoy se llama Gran Canaria, y con el tiempo, el nombre que le dio Juba II quedó para todo el archipiélago: Islas Canarias. Luego resultó que en ellas también predominaba cierta clase de pajarillos muy lindos y trinadores, a los que llamaron canarios.

De can deriva también la palabra cancerbero, con la que nos referimos coloquialmente a un portero o guardia que es brusco y maleducado. Nos quejamos y decimos que parece cancerbero.

En la mitología griega, Hades, el dios del inframundo, tenía un perro de tres cabezas que le custodiaba la entrada y se llamaba Cerbero, que a su vez significaba demonio. Era, pues, el can Cerbero.

También está la palabra canijo, cuyo origen se desconoce, pero se cree que puede venir del latín canicŭla, que significa perrita, puesto que se refiere a una persona ya sea bajita o enfermiza.

En México se usa canijo para decir que alguien es un cabrón o que algo, por su complejidad, está cabrón, pero sin caer en el terreno de la grosería.

La huella dejada por can se ve también cuando nos referimos a nuestros colmillos como caninos, o cuando hablamos del canódromo, donde compiten los galgos, o cuando sacrifican a un perro con estricnina, también conocida como matacán.

En el primer diccionario de la Real Academia Española, de can se decía que era “lo mismo que perro”, y de perro, “animal doméstico y familiar, del que hay muchas especies y todos ellos ladran”.

Esa misma edición, de 1737, consignaba también acerca de perro que “metafóricamente se da este nombre por ignominia, afrenta o desprecio, especialmente a los moros y judíos”.

Y perrengue era como se decía “al negro, porque se encoleriza con facilidad, o por llamarle perro disimuladamente”.

Sí, el sentido despectivo de la palabra es bastante viejo, y bien lo explicaba Roque Barcia en su Diccionario de Sinónimos, de 1910, en el que hacía ver cómo perro se usa para despreciar e insultar.

“Así decimos: me ha hecho una perrada. Nada más extraño ni más absurdo que decir: me ha hecho una caninada… Así decimos: dientes caninos. Nada más raro que decir: dientes perrunos”.

Ahora los tiempos han cambiado y la discriminación se ha quedado atrás: ahora le decimos perro a cualquiera que se porte mal, sin importar su color de piel o religión.

Otra curiosa relación perro-hombre está en la palabra escuintle o escuincle, que viene del nahua itzcuintli, que significa “perro sin pelo”, y de ahí la asociación con los niños.

Terminemos con algo de vocabulario perruno: para expresarse, el perro da un ladrido; si se queja, es un gañido; si amenaza, un gruñido; si está triste, un aullido, y si te muerde, es una tarascada.

A un conjunto de perros se le llama perrada o perrería, y si son de caza, entonces es una jauría.

Fuentes: 1, 5, 9, 11, 13.

 

Docto, sabio y erudito

Docto, sabio y erudito tienden a manejarse como sinónimos, pero no son lo mismo.
Docto es el que sabe mucho de tanto estudiar un tema, de ahí la relación con las palabras docente, doctor, doctrina y documento.
El sabio también es muy estudioso, pero además, es observador y talentoso; es el que sabe. El erudito es el que conoce mucho de varios temas, pero sin mayor análisis.
En pocas palabras, el docto entiende un libro, el sabio lo demuestra y el erudito te dice el título, el autor y el año de la primera edición.
Y a propósito de sabios, la palabra correcta es sabiondo, pero también lo es la variante sabihondo, que es de hecho la palabra que más se usa actualmente.

Fuentes: 9, 14, 15

¿Tribal o tribual?

Aunque lo correcto es tribual, tanto se ha impuesto en el habla el uso de tribal que la Real Academia Española ahora la pone como preferente. Como sea, las dos son válidas. Tribal es lo que se relaciona con la tribu, palabra que viene del latín tribus y que significa tres, que son las partes en las que fueron divididos los ciudadanos en la antigua Roma.

Fuentes: 1, 10

Egoísta, ególatra, egocéntrico y egotista

Se parecen mucho, pero en definitiva no son lo mismo.

  • Egoísta: el que antepone su interés al ajeno, aunque perjudique a los demás.
  • Egocéntrico: el que exalta exageradamente su personalidad y la considera el centro de la atención y de toda actividad.
  • Ególatra: el que tiene un culto excesivo a sí mismo.
  • Egotista: el que tiene la manía de hablar sobre sí mismo.
  • Ego: Significa yo. Coloquialmente, es el exceso de autoestima. Científicamente, que lo explique un psicólogo.
  • Álter ego: Significa “el otro yo” y se usa para adjudicarle a una persona las características de otra.
  • Yoidad: Es la condición de ser yo.

Dice don Roque Barcia que el egoísmo es el vicio más general del hombre, y que aplicado a las dignidades y honores, se llama ambición; a todo lo que puede ser objeto de propiedad, codicia, y aplicado al dinero, avaricia.

También tenemos la palabra egoteca, y aunque no figura en ningún diccionario, se refiere a una colección, real o virtual, de todo aquello que engrandece nuestro ego, usada en particular por los autores en relación con sus obras propias y reseñas.

Fuentes: 1, 6, 9