¿Tráfico o tránsito?

Cuando hay una gran congestión vehicular en las calles, la gente acostumbra decir que hay mucho tráfico, y hay quienes aseguran que es incorrecto, que debe decirse tránsito. Pues ambas son correctas. Aunque en efecto la palabra original era tránsito, tanto se ha extendido el uso de tráfico que terminó por tener el mismo significado, entre otros.

Fuente: 1

¿Arco iris o arcoíris?

Arcoíris se escribe en una sola palabra y con acento. Hasta hace poco se escribía separado. Inicialmente se le llamaba solamente iris, y por extensión, así se le llamó al círculo de colores que está alrededor de la pupila. Arcoíris es igual en singular o plural: los arcoíris.

Fuentes: 1, 5

¿Psicología o sicología?

Las palabras que empiezan con psico pueden escribirse sin la letra p y son totalmente válidas, aunque la forma preferida será la de siempre: psicología, psiquiatra, psicoanalista, psicoanálisis, psicológico, psicópata, psicomotor, psicopedagogía, psicosis, psicodélico, psicosomático. El prefijo psico viene del griego psyche, que significa alma o actividad mental.

Fuente: 1

¿Yerba o hierba?

Igual puedes escribir hierba que yerba. Lo mismo pasa con sus derivados: hierbabuenayerbabuena, deshierbardesyerbar, hierbazalyerbazal. La forma más usada es hierba, y aunque se refiere a plantas pequeñas que no viven mucho, también se usa para referirse a la marihuana, que dicho sea de paso, también es válido escribirla con g, o sea, mariguana. Si te quieres referir al mate que se toma en Argentina, en ese caso en particular debe ser yerba.

Fuentes: 2, 4

Fuentes

1. Diccionario de la Real Academia Española.
2. Diccionario Panhispánico de Dudas.
3. Manual de la Nueva Gramática de la Lengua Española.
4. Ortografía de la Lengua Española.
5. Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Real Academia Española.
6. Pequeño Larousse Ilustrado.
7. Diccionario del Español Actual.
8. Dudas e Incorrecciones del Idioma Larousse.
9. Diccionario de Sinónimos, de Roque Barcia.
10. Etimologias.dechile.net.
11. Diccionario Inverso.
12. Parentescos insólitos del lenguaje, de Fernando A. Navarro.
13. Cinco mil años de palabras, de Carlos Prieto.
14. Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) de la Real Academia Española.
15. Ngram Viewer, de Google Books.
16. Diccionario del Español de México.
17. Diccionarios.com
18.
Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, de Pedro Felipe Monlau.
19. Hemero.es.
20. Diccionario Clave.
21. Tesoro de la Lengua Castellana o Española, de Sebastian de Cobarrubias.
22. Diccionario manual latino-español dispuesto para uso de los jóvenes que estudian la lengua latina, de Esteban Gimenez.
23. Corpus Diacrónico del Español (CORDE) de la Real Academia Española.
24. Minucias del lenguaje, de José G. Moreno de Alba.
25. Catálogo de voces hispánicas del Centro Virtual Cervantes.

En un lugar muy lejano había un pueblo llamado…

Por Zazil-Ha Troncoso

Salsipuedes, El Chongo Morado, La Chiripa, El Varo, La Longaniza, La Conformidad, El Chicle, La Parida, Los Apuros, Casi el Paraíso… En materia de nombres de pueblos no hay limitaciones, como bien ilustra esta pequeña muestra de localidades del estado de Zacatecas, en México.

Los nombres de un lugar, llamados topónimos, tienen infinidad de orígenes, y en este caso, a falta de certeza, solo podemos aventurarnos a imaginar qué situación llevó a que, por ejemplo, un pueblo del municipio de Valparaíso terminara llamándose La Turista.

En un análisis de los nombres de las 4,672 localidades de Zacatecas, podemos ver que muchísimos incluyen características geográficas: arroyo (seco, gordo, del muerto…), agua (blanca, prieta, fría…), mesa, charco, loma, tierra, rancho, pila, salto, noria, ojo de agua.

También hay referencias a ubicaciones muy locales al incorporarles “de arriba”, “de enmedio”, “de abajo”, o las creadas por el hombre, como cruce, curva, entronque, paso… O las que hablan de una gran devoción que se expresa en nombres de infinidad de santos, vírgenes y hasta el mismísimo Nombre de Dios.

Pero hay otras verdaderamente peculiares, como es el caso de Motor Amarillo, Viga Quemada, La Puerta de la Petaca, Sábana Grande o Los Tres Arbolitos, una gran referencia considerando que este pueblo se ubica en el municipio de Pinos, en pleno semidesierto.

Otros topónimos de Zacatecas terminan teniendo un divertido doble sentido, como Purísima de Abajo, la Tetarrona, La Congoja de Abajo y El Palito de la Virgen. Y por supuesto, hay muchos nombres de animales, de árboles, de plantas. También los hay exóticos: Francia, La Habana y Antártida Chilena.

Unos más aluden a profesiones, como El Carnicero y El Zapatero. Otros, a posibles condiciones de sus habitantes, como podría pensarse de Los Finos o Los Guapos. También hay nacionalidades, como El Chino, El Gringo, y hasta un despectivo El Gachupín.

Para mí, el que se lleva las palmas es La Y Griega, en el municipio de Sain Alto. Pero es cuestión de gustos, así que les dejo esta selección de nombres peculiares de localidades con el municipio al que pertenecen. Que los disfruten.

Calera: Las Amarradas, La Espía, Nombre de Dios.

Chalchihuites: Agua de la Vieja, Chupaderos, Las Culecas, El Ermitaño, Rancho del Cura.

Concepción del Oro: La Punta de la Cuchilla, El Milagro Apache.

Cuauhtémoc:  La Congoja de Abajo (y de Arriba), Los Gallegos.

Fresnillo: El Ahijadero, El Amores, Los Apuros, El Atorón, La Cabañita Azul, Cancún, Chiquiponky, Colonia El Obligado, Huerta La Suprema Corte, El Jocoque, Pozo Los Fracasados, La Chicharrona, El Sacrificio, San Martín de los Pajaritos, La Viuda.

Genaro Codina: Ojo Seco, Santa Cruz de Piedras Cargadas.

Francisco R. Murguía: El Cerro de la Señora Bernarda, El Chicle, San José de la Camisa, San Juan de Ahorcados.

Pánfilo Natera: El Cabezón, La Habana, Rancho La Contrahierba.

Guadalupe: La Cocinera, Rancho Las Chamarras, El Tatantón.

Huanusco: Descargadero, Mexiquito, Las Nicolasas, El Remudadero de Abajo, Rancho El Pobre, El Suspiro.

Jalpa: El Fanfarrón, Maña, El Molcajete, El Palito de la Virgen, La Piedra Parada, Casi El Paraíso, Las Tareas.

Jerez: La Aguanosa, Casa de Tío Díaz, El Chilaquil, La Cohetería, Encino Mocho, El Manicomio, Los Manueles, Puerta de Coche, La Última Lucha.

Jiménez del Teul: El Hule, Juan Pobre, La Mota, El Obispo.

Juan Aldama: Ranchito Triste.

Juchipila: Guadalajarita, El Paisano, Pueblo Viejo.

Loreto: Motor Amarillo.

Mazapil: Agua de Cuca, El Chiquero, El Muerto, El Dormido, El Gringo, La Mejorada, Palo Gacho, El Quemado, Sábana Grande, El Viborón, El Zancudo, La Zorra.

Melchor Ocampo: La Crucita, La Maroma, El Pachango.

Mezquital del Oro: Agua Caliente, Agua Tibia, El Catrín, La Conformidad, El Susto, La Uva.

Miguel Auza: Botas, Delicias de López Velarde.

Mómax: La Manchada, El Rebaje.

Monte Escobedo: La Ceja de Jesús María, Francia, La Longaniza, La Masita, El Pocito, El Infiernillo, El Buen Retiro, El Gato, La Tetarrona, El Varo.

Moyagua: Las Azoteas, La Bolsa, El Comité, Las Paredes.

Nochistlán: El Chocolate, La Cuartilla, Malpaso, Palo Redondo, El Peine, Los Polvosos, Los Pulidos.

Noria de Ángeles: Antártida Chilena, La Larga.

Ojocaliente: Lluvia de Estrellas, Plan de la Rata.

Pánuco: El Desparramadero, El Gachupín, Las Goteras.

Pinos: Agua Señora, El Amorocito, Charco El Perro, El Chino, La Chiquilla, La Congoja, El Cuartito, Los Cuates, La Espía, El Garabatillo, El Golpe, La Mulita, Las Pollas, La Puerta de la Petaca, Purísima de Abajo, Sam-El-As, Los Tres Arbolitos, Viento Libre, El Zapatero.

Río Grande: Tetillas.

Sain Alto: El Capadero, Las Bolitas, Rancho Redondo, La Y Griega.

Sombrerete: Caldo Gordo, Rancho Cercadito, El Capricho, El Escritorio, La Güera, Miguel Chiquito.

Tabasco: El Sabino Caído.

Tepechitlán: Goteras, El Guitarrero.

Tepetongo: El Cuidado, El Maresito.

Teul de González Ortega: La Loma del Nene.

Tlaltenango: Charco Redondo, El Cuate, Los Guapos, Los Planes, Ponteduro, El Trozo.

Trancoso: Pozo del Coco, La Chiripa.

Trinidad García de la Cadena: El Chongo Morado, Espinazo del Diablo, El Tambor, La Tetilla, Las Vueltas.

Valparaíso: El Alambre, Los Baños, El Chacuaco, El Chorro, Los Finos, Infiernillo, Mala Noche, La Parida, El Resbalón, Salsipuedes, La Turista, El Ventarrón, Viga Quemada.

Vetagrande: El Llano de las Vírgenes.

Villa de Cos: El Abandonado, La Abundancia, El Chubasco, El Garabato, La Miseria, El Olvido, Rancho El Infierno, Rancho La Paciencia, Reyno Unido, El Terremoto.

Villa García: El Bautismo, El Preciado, La Tacha, Tierritas Blancas.

Villa Hidalgo: Los Tres Cerritos.

Villanueva: El Carcelero, La Joya de Abajo, Malpaso.

Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México.

La madre, una palabrota en la jerga de los mexicanos

Por Zazil-Ha Troncoso

Más allá de la veneración, con todas sus aristas, que la figura materna despierta en los mexicanos, la palabra madre es sin duda uno de los principales elementos del lenguaje coloquial de ese bello y jocoso país.

Madre y sus derivados pueden significar cantidad, importancia, calidad moral, estado físico, sabor…

Así, cuando alguien gana un salario bajo, gana una madre. Y si tiene muy poco de algo, digamos, de aceite en la cocina, nada más le queda una madre, y si es muy poquito, una minimadre o una madrecita, y si es nada, no le queda ni madres. Pero si es mucho, es un putamadral.

Que es un patán, tiene poca madre, y si es peor, no tiene madre. Sí, puras malas palabras, y sin sustituto que tenga la misma fuerza expresiva, tiene su eufemismo: qué poca abuela.

Y si es todavía peor, podría ser un hijo de puta, pero no, es un hijo de su puta madre, para que quede claro. Si llegas al punto en que lo detestas, te caga la madre. Por el contrario, si es buena onda, es a toda madre.

Una buena película también puede estar a toda madre, o bien, poca madre, o cortito, está de poca. O está con madres. O no tiene madre, algo así como que no tiene comparación.

También está el hijo de tu madre, un recurso amable para quienes no gustan de que los manden a lavarse la boca con jabón.

Puede usarse para bien o para mal, o como una simple expresión. Que hizo el trabajo rápido: ¡hijo de su madre! Que se portó mal: ¡hijo de su madre! Que ya me voy: a dónde vas, hija de tu madre.

O está esa situación en la que algo te importa un comino, un rábano o un pepino, sean reverendos o no, pero al mexicano, ¡le vale madre! Y si la situación es permanente, entonces practica el valemadrismo. ¿Algo se arruinó? Simplemente valió madre. O quedó pa’la madre.

¿Para qué sirve? Pa’pura madre, es decir, para nada. O sirve para dos cosas: pa’pura madre y pa’pura chingada.

¿Que quieres que me levante a las 6 de la mañana a sacar la basura? No, ni madres. O sea, ni loca. A menos de que me dieras algo a cambio, pero seguro me darás pura madre. O sea, nada.

Ya corrieron a alguien del trabajo, le dieron en la madre, o sea, lo arruinaron, al menos por un buen rato. Se cayó y se lastimó muy feo: se dio en la madre. Le dije sus verdades, le di en toda su madre.

Que lo golpearon: le dieron en su madre. O simplemente, se lo madrearon. Es decir, le pusieron una madriza. Eso significa que le rompieron la madre. O poniéndole drama: le rompieron todo lo que se llama madre.

Luego llega alguien y te dice que un amigo chocó y exclamas ¡madre mía!, en tono semejante al ¡Jesús, María y José! Y fíjate que además va a tener que pagarle al otro tipo… ¡en la madre! Algo así como ¡qué mal!

El antro está muy lejos, o sea, está hasta la madre. Si llegas por fin y encuentras que no cabe ni un alma, está hasta la madre. Que ya tu amigo se puso borracho, está hasta la madre. ¿Por qué se emborracha? Porque está harto de todo, es decir, está hasta la madre.

Que va muy rápido, va a madres. Que dura poco: no dura ni una madre. Que sabe feo: sabe a madres. Que huele feo: huele a madres. O apesta: apesta a madres. Que decía muchas groserías: estaba echando madres.

Y bueno, qué se puede decir de la madre de todos los insultos: el chinga tu madre. El conchetumadre de los chilenos.

A final de cuentas, cualquier cosa puede ser una madre: pásame esa madre que está arriba de la mesa, no le entiendo a esta madre, me gusta esta madre, dónde consigo esa madre, cuánto cuesta esa madre.

También está el desmadre, oh sí. Ese cuarto desordenado está hecho un desmadre. No lo limpia porque se la pasa con los amigos: anda en el desmadre. Rebelde, le gritoneó a las padres: les hizo un desmadre.

O que ya rompió algo, lo desmadró. Dicho de otro modo, quedó desmadrado. O bien, le dio en la madre.

Y qué tal cuando se usa madre para reforzar una pregunta, sin que signifique nada más que una señal de enojo, de preocupación, de desesperación: dónde madres andabas, por qué madres llegaste tan tarde, quién madres te dio permiso, qué madres estabas haciendo.

Termino tanta madre con esta joya: los mexicanos somos muy dados a decir ultimadamente, como quien dice en última instancia, pero si se le quiere poner énfasis, entonces saldra un complejo ultimadamadremente. Pero bueno, ultimadamadremente, así es la cosa.

De ahí pasamos directamente a la palabra mamar que da el omnipresente y multifacético no mames de los mexicanos. Que tengo hambre: ¿a esta hora?, ¡no mames! Que se murió: ¡ah no mames!

Contó un mal chiste: ay no mames. Molesta todo el día: no deja de estar mamando. Está muy rico este platillo: está de no mames.

Y por supuesto, tambien aquí hay un eufemismo: no manches. Más expresivo: no manches tu vida.

Decir algo sin sentido es decir una mamada. Dejar a alguien plantado es hacerle una mamada. O que llegó tarde: tenía que salir con su mamada. Es que me demoré en salir porque tenía frío: inventa otra mamada. La película estuvo muy mala: era una mamada.

Pasamos a uno de los chistes preferidos de los mexicanos para el presidente en turno: “Le dicen el espermatozoide. Por qué. Porque si no sale con una mamada, sale con una jalada”.

Se trata de un juego de palabras en donde mamada y jalada son, en un sentido, payasadas, pero en otro, una alusión directa al sexo oral (que en realidad es bucal, ash) y a la masturbación.

Ahora vamos con otra palabra estrella de la jerga mexicana, también muy maternal: el mamón. Es decir, ese tipo que tiene una actitud que lo vuelve insoportable, o simplemente se cree mucho.

Tal vez no lo es: tal vez solo anda en plan mamón. O anda de mal genio y no le quiere hablar a nadie, o sea, anda de mamón. O es selectivo y trata bien a unos cuantos, pero con los demás es bien mamón.

Que no quieres ensuciarte la boca con la grosería, pues en lugar de decir que es bien mamón dices que es bien mamila. O muy indirectamente, aunque en México todos lo entienden: quema mucho el sol.

Cerramos con la madre de todas las ironías: en el otro extremo, la palabra padre. Si está bonito, está padre. Vamos de paseo: ¡qué padre! Disfrutaron? La pasaron padre. ¿Qué se podría decir de este artículo? ¡Que está con madres!

 

¿De dónde salió aquello de “n, s o vocal”?

Por Zazil-Ha Troncoso

¿De dónde salió aquello de “las que terminan en n, s o vocal” como criterio básico en la acentuación de las palabras?

Para poder explicar por qué se aplica esa pauta que a manera de tonada nos inculcan desde pequeños en la escuela, antes debemos entender varios aspectos relacionados con la acentuación, partiendo de que si digo acento será para referirme al hablado, y tilde para aludir al escrito (´).

Lo primero es que si bien la mayoría de las palabras tienen una sílaba que destaca en su pronunciación, hay algunas que son átonas, es decir, sin acento, como las preposiciones -excepto según-, los artículos y los pronombres, de lo cual es posible percatarse si los juntamos con otras palabras.

Pongamos el caso de la preposición desde, donde claramente ubicamos que la sílaba tónica es la primera: DESde.  Pero al ligarla con otra palabra, pierde el acento. Prueba leyendo en voz alta: desdepeQUEña

Agreguemos un pronombre: desdepeQUEñamegusTAba. Y ahora, un artículo: desdepeQUEñamegusTAbalaCAsa. Como puedes apreciar, ni la preposición desde, ni el pronombre me ni el artículo la son tónicos.

Lo segundo es que el acento es relativo, como pasa con la palabra MIENtras, que pierde lo tónica en la frase mientrasTANto. O esta el caso de MaRÍa, con su acento muy marcado en la i, pero muy debilitado  si va seguido de otro nombre: MaríadoLOres.

Precisados ambos puntos, ya podemos decir que la función de la tilde no es distinguir entre palabras átonas y tónicas, puesto que si así fuera, entonces pequeña, gustaba y casa lo llevarían, al igual que mientras, tanto y Dolores, pero no es así.

Entonces, ¿por qué no llevan tilde si son tónicas? Simple: porque las reglas que nos dicen cuáles palabras deben llevarla aplican el llamado principio de economía, es decir, están estructuradas de modo que se tilde el menor número posible de vocablos.

De acuerdo con la Ortografía de la lengua española, para el siglo 18, después de que fuera casi inexistente, el uso de la tilde como indicador de la sílaba tónica se había vuelto una práctica generalizada.

La situación obligó a que interviniera la Real Academia Española y estableciera reglas para que la tilde se ajustara a dicho principio y no degenerara en una tildadera sin ton ni son.

Si queremos entender qué es el principio de economía aplicado a la tilde, es preciso saber que la mayor parte de las palabras del idioma español son graves, en mucho menor medida, agudas, y muy pocas son esdrújulas.

Empecemos con las más abundantes: las graves. Dentro de este grupo de palabras, que se acentúan en la penúltima sílaba, la mayoría terminan en n, s o vocal, entonces, para evitar tantas tildes, la Academia estableció que solo la llevaran las que se salían de esa pauta, es decir, las que no tienen esas letras al final.

De ótro módo, múchas palábras llevarían tíldes y entónces la lectúra se haría muy pesáda al saturárse los ójos con tánta rayíta, y no digámos lo terríble que sería la escritúra para tódos nosótros, ¿compréndes?

Y pasó a la inversa con las agudas, que se acentúan en la última sílaba y la mayoría terminan en letras diferentes a n, s o vocal, por lo cual se determinó tildar justamente las que terminaran en esas letras.

Si no, la verdád es que escribír, al iguál que leér, no sería un placér, sino una contrariedád por no podér parár de tildár. Sin dudár, sería fatál. ¿Te creerías capáz?

Respecto a las esdrújulas y sobresdrújulas, son tan pocas que se decidió que todas llevaran acento sin importar en qué letra terminen.

Y en cuanto a las palabras de una sílaba, se optó por no tildarlas en primera porque son muchas, y en segunda, porque sería obvio dónde quedaría la tilde, y por tanto, el acento, de ahí que solo se aplica en algunos casos con función diacrítica.

En conclusión, las reglas de acentuación permiten saber cómo se pronuncia una palabra desconocida, ya sea porque lleve tilde, o porque no la lleve y según su terminación podamos deducir qué sílaba es la tónica.

¿Difícil de entender? También es difícil de explicar, pero confío en haberlo conseguido.

Fuente: 4.

 

La palabra “presidenta”, dos siglos de vida y resistencia

Por Zazil-Ha Troncoso

Desde hace más de dos siglos que la palabra presidenta existe en el Diccionario y el debate sobre si debe usarse o no ese vocablo para referirse a la jefa de un Estado es pan de todos los días.

Presidenta se incorporó al Diccionario en 1803 como “la mujer del presidente”, asociación que mucho se usaba antaño, y como “la que manda y preside en alguna comunidad”.

La palabra de la que deriva, presidente, llegó al Diccionario obviamente mucho tiempo atrás, en 1737, como “el que preside, manda y prefiere a otros”, y “el que es cabeza o superior de algún Consejo, Tribunal o Junta”, entre otras acepciones.

Claro que la situación por la que el uso de la palabra causa actualmente tanto escozor, el de jefa de un Estado, en ese tiempo ni siquiera estaba contemplada ya no digamos para ellas; para ninguno de los dos géneros.

Lógico: eran los tiempos de la Colonia, cuando las máximas autoridades eran los reyes y los virreyes.

A partir de 1808 se desató el furor independentista de la mayoría de los países colonizados por España, aunque la figura de presidente, tal como la conocemos ahora, llegaría unos años más tarde.

La independencia incluyó un breve paso por triunviratos, regencias, juntas de gobierno, direcciones supremas… Y algunas de esas figuras estaban presididas por una persona, a la que naturalmente se le llamó presidente.

Era el modo en que se entendía la palabra en ese tiempo, y sobra decir que su uso se extendió también para referirse a quienes encabezaban los nacientes poderes ejecutivos.

Pasó más de medio siglo para que la Real Academia Española reconociera la nueva acepción de presidente en un complemento del Diccionario de 1884, donde expresamente se incorporó como “funcionario que en las repúblicas ejerce el supremo poder ejecutivo”.

También ese año hubo un cambio en la acepción de presidenta: de ser “la que manda y preside en una comunidad” pasó a simplemente “la que preside”. Y seguía siendo, como a la fecha, “la mujer del presidente”, con la diferencia de que ahora se considera coloquial ese uso.

Para 1936 cambió otra vez la acepción de presidente: “En las Repúblicas, el jefe electivo del Estado; normalmente por un plazo fijo, y responsable. Puede serlo también del poder ejecutivo cuando el régimen es presidencialista”.

La definición persistió, palabras más, palabras menos, hasta el Diccionario de 1992. Pero se produjo un cambio significativo en la definición de presidenta, que en las ediciones anteriores siempre fue, en esencia, la misma que casi dos siglos atrás.

Ese año, la Academia le agregó a presidenta la acepción de “presidente, cabeza de un gobierno, consejo, tribunal, junta, sociedad, etc.”, y la que nos atañe, la de “presidente, jefa del Estado”. Hasta ahora es así.

Entonces, ¿forzosamente se debe decir presidenta? La respuesta es: dilo como quieras. Sea la presidenta o la presidente, ambas son correctas.

Y es que la Academia dio una solución salomónica al problema: la palabra presidenta pertenece al género femenino, mientras que presidente se puede usar para ambos géneros.

Así que mi sugerencia es que ya nadie haga berrinches, que con los elementos expuestos decida cada quien cómo le va a decir y que se respete al que elija referirse del modo opuesto.

Esto no se trata de una guerra entre conservadores y liberales; el asunto es si la palabra presidenta se usa o no. Y si está en el Diccionario desde 1803, eso significa que ya existía en el vocabulario desde algunas décadas atrás.

Cuando se admite una palabra en el Diccionario no es por ocurrencia de la Academia, sino porque llega un momento en que su uso es tan extenso y persistente, que debe incorporarlas.

No está de más que los detractores sepan que el uso de la expresión la presidente ha caído en desuso y se impone con mucho el uso de la presidenta.

De acuerdo con el Corpus de Referencia del Español Actual, en 94 por ciento de los casos se usa la presidenta, y solo en el restante 6 por ciento se utiliza la presidente.

Termino con una invitación: quien nunca use en su vocabulario las palabras sirvienta, clienta o pretendienta, que tire la primera piedra.

Les dejo las palabras que ya fueron sujetas a la feminización, es decir, a la acción de dar género femenino a un nombre originariamente masculino o neutro: acompañanta, asistenta, ayudanta, clienta, comedianta, dependienta, farsanta, gerenta, giganta, intendenta, mendiganta, negocianta, parturienta, penitenta, postulanta, practicanta, presidenta, pretendienta, principianta, regenta, sirvienta y tenienta.

Fuentes: 1, 2, 3, 5, 11, 14.

 

No te quedes solo: deja ya de acentuar “sólo”

Por Zazil-Ha Troncoso

¿Eres de los que se niega rotundamente a dejar de acentuar la palabra sólo, tal como se propone en la última reforma ortográfica de la Real Academia Española?

Por supuesto que es muy difícil, de buenas a primeras, dejar de hacer algo del único modo que lo has hecho toda la vida, a menos, claro, que tengas más de 90 años de edad y una memoria prodigiosa.

En tal caso, podrías recordar que fue en 1925 cuando la nueva edición del Diccionario salió con la novedad de que el omnipresente solo, cuando significara “lo mismo que solamente”, a partir de entonces debía llevar acento.

Y ahora, 85 años después, nos proponen desandar el camino. Uf, sí es para resistirse.

Pero, ¿saben? Después de un largo debate conmigo misma, estoy convencida de que la Academia tiene razón, así que a contracorriente de una inmensa mayoría, te daré buenas razones para olvidarte de ese acento.

Razón #1

Primeramente es importante aclarar que, contrario a la idea generalizada, el acento diacrítico no tiene como función establecer que cierta palabra, que está formada con las mismas letras que otra, posee un significado diferente, aunque por extensión así sea.

El acento diacrítico sirve, en principio, para diferenciar una palabra tónica de una palabra átona. También debes saber que no en todos los casos se aplica, aunque esa es otra historia.

Pongamos ejemplos en los que se aplica el acento diacrítico, y para entenderlo necesitarás leer en voz alta las siguientes frases:

– En mi casa hago lo que a se me da la gana.

– No quiero que dé de qué hablar.

– Si vieras cómo quiero a ese niño; es como si fuera mi hijo.

Como podrás darte cuenta, ninguno de los pares de palabras diferenciadas por el acento diacrítico suena igual. No solo tienen un significado distinto: también suenan diferente.

Ahora haz lo mismo con esta expresión:

– Yo solo sé que no quiero estar solo. Cuando estoy solo, solo pienso en eso.

Como seguro ya notaste, ni cuando solo se refiere a soledad, ni cuando significa únicamente, la pronunciación es distinta, y por tanto, no se justifica el acento diacrítico. No es más que una palabra llana terminada en vocal que, como dicta la norma, no debe llevar tilde.

Razón #2

El hecho de acentuar la palabra solo, se supone, tenía como propósito evitar confusiones.

Lo cierto es que son pocas, pero realmente pocas, las veces en que esto ocurre, pues como bien dice la Academia, el contexto da el sentido de la palabra, como ocurre con muchas otras que tienen varios significados.

Y si llegara a darse una confusión, el asunto se arregla con cambiar la palabra solo por solamente.

Razón #3

¿Qué impresión te da cuando en algún escrito te topas con la palabra ? De inmediato te remite a un pasado muy lejano, se te hace anticuado, sientes rechazo y juzgas, con buenos motivos, la ortografía de quien lo escribió.

Si persistes en tu negativa, lo mismo pensarán de ti las nuevas generaciones, aquellos que hoy están en la escuela tomando sus clases de español y aprendiendo que acentuar la palabra solo, solo es un error.

Y vamos, si los que vivieron en 1925 aprendieron a ponerle tilde, por qué no podremos desaprenderlo nosotros.

De paso hagámoslo también con ese, este, aquel, y todas sus formas femeninas y plurales, que con la reforma ortográfica, y por los mismos motivos, ya no se acentúan.

Razón #4

Hay quienes alegan que con la reforma ortográfica no se prohíbe dejar de tildar la susodicha palabra, que solo es una recomendación. Para verificar el alegato, nada mejor que preguntarle directamente a la Academia.

Su respuesta fue que la Ortografía de la lengua española pretende demostrar que “esa tilde no tiene más justificación que la tradición y que, por tanto, no es necesaria y puede prescindirse de ella. Ahora bien, no hay una prohibición taxativa de seguir escribiéndola, para quien así lo prefiera, siempre que exista ambigüedad”.

Así que, si eres de los que te resistes, pongo el énfasis en “siempre que exista ambigüedad”, que dicho sea de paso, era una norma que se supone debía aplicarse desde 1959… nomás que somos necios.

Pero en última instancia, acentúala solo en casos de verdadera confusión, pero teniendo claro que es una concesión de la Academia ante la resistencia al cambio.

Yo lo que propongo es seguir su recomendación y no tildarla nunca.

Fuentes: 4, 5.