El indisoluble matrimonio de la “q” y la “u”

Por Zazil-Ha Troncoso

¿Por qué la letra q siempre va acompañada de una u que no suena? o ¿por qué no simplemente usamos k?

La letra k solo se usa en algunas palabras de origen griego o extranjeras. Si forma parte de nuestro abecedario es porque la necesitamos para aquellos vocablos cuyos idiomas originales no tienen las letras c ni q, como el ruso (Kremlin) o el japonés (karaoke), o la tienen, como el inglés, pero se decide conservarla (póker).

En el español, el sonido de esta letra está representado por la c cuando va seguida de las vocales a, o y u, y por el dígrafo qu cuando va seguido de la e y la i.

Un dígrafo es un sonido representado por dos letras, y el porqué la letra u del dígrafo qu no suena en español, tiene su explicación en la historia de nuestro idioma.

En principio, la letra k es una herencia de los etruscos a los romanos. Este sonido, en los tiempos del latín, ya existía por supuesto y estaba representado por la letra c, y mantenía ese sonido incluso seguida de la e y la i: ca, ce, ci, co y cu sonaban como ca, que, qui, co y cu.

Sin embargo, había una peculiaridad: si se trataba del sonido cu, pero iba seguido de otra vocal, en lugar de la letra c se utilizaba la q. Era el caso de las palabras quasi o quorum.

Hasta ahí todo iba bien, pero como los hablantes hacemos lo que se nos da la gana con el idioma, durante la evolución del latín al español pasó que las palabras que se escribían con ce y ci, y que en los viejos tiempos sonaban como que y qui, empezamos a pronunciarlas como se y si. Nomás porque sí.

Entonces, ante la imposibilidad de representar el sonido que y qui con la letra c, que combinada con esas vocales ya había degenerado en el sonido de la s, hubo que recurrir a la q.

Y como en el latín la q siempre iba acompañada de una u, porque era la única vocal con la que se usaba, se quedó tal cual emparentada en que y qui, pero ahora sin que sonara la u.

La más pura expresión de la fuerza de la costumbre.

Pero la solución al problema generaba otro, que era representar el antiguo sonido de qu cuando iba acompañado de otra vocal, como en quasi, considerando que la u ya no representaba ningún sonido. La salida fue, a la inversa, cambiar la q por la c, y así nació cuasi.

Eso explica por qué la Real Academia Española, en su última reforma ortográfica (año 2010), propone que ahora escribamos el rarísimo cuórum en sustitución del bello quórum. Solo sigue su tendencia.

La norma es que el dígrafo qu solo vaya acompañado de la e y la i, de ahí que en esa misma reforma, la Real Academia también le aplique la guillotina a Qatar para dejarla en Catar.

Pero no hay que asombrarnos tanto. Si esos cambios se consideran drásticos, más lo fue el de 1815, cuando la Real Academia desapareció de un plumazo la letra k de nuestro abecedario, aunque después se arrepintió y la reincorporó en 1869.

Sin embargo, en los hechos, la Real Academia sigue propugnando por la desaparición de la k, como en quiosco -antes kiosco-, aunque en la Ortografía de la lengua española reconoce que hay palabras en las que, por lo pronto, seguirá imperando el uso mayoritario, como en kimono, kinesiología o kurdo.

Fuente: 4.

 

La breve y errática historia del “clic” en el Diccionario

Por Zazil-Ha Troncoso

Como buenos cibernautas seguramente se han topado a cada rato con la incitadora frase haz click aquí, y por supuesto también la han visto miles de veces sin esa deliciosa k que lo deja en un medio insípido clic, que guste o no es el correcto en nuestro castellano, y no el anglicismo.

Muchos creen que el clic nació con el mouse (téoricamente, ratón), aunque nada dice de eso en el Diccionario de la Real Academia Española de 1983, en el que apareció por primera vez la palabra con una definición muy vaga y escueta: “un sonido de variable naturaleza que tiene empleo en ciertas lenguas”, clasificado además como perteneciente a la Lingüística.

Pero eso sí, era prolija en cuanto a cómo se produce: “…se realiza mediante dos oclusiones; una posterior, velar, y otra anterior, labial, dental o palatal. Entre ambas, mediante succión, se forma una cavidad casi vacía; al deshacerse las oclusiones y penetrar el aire exterior en dicha cavidad, se produce ese sonido”.

Qué tal.

Suena complicado, aunque tenía su razón de ser, pues se refería no a la palabra como la pronunciamos, sino al sonido como tal, el que escucharías si en este momento haces clic con el mouse, o con la boca tratando de imitarlo.

En el Diccionario de 1984 clic seguía ahí, con la misma definición, pero ahora con un interesante agregado:  “Son clics el ruido del beso o el que se emite para arrear las caballerías.”

¿Perdón?

Definitivamente nada que ver. En todo caso se usan, para representar un beso, las palabras mua, muak y smuak, ninguna de ellas reconocidas por la Academia, aunque sí por el Diccionario del Español Actual en el caso del mua, al que define como una interjección, es decir, una palabra que expresa alguna impresión súbita.

El caso es que tan rara asociación de clic con la sensualidad duró poco en el Diccionario, pues se esfumó de la edición de 1989 llevándose entre las patas lo referente a los caballos, pues a final de cuentas venía siendo el mismo sonido.

Para 1992, sí, adivinaron: otro cambio. Adiós a toda explicación científica del tronado sonidito, y bienvenida, por fin, una cortita y atinada definición: “onomatopeya para reproducir ciertos sonidos, como el que se produce al apretar el gatillo de un arma, pulsar un interruptor, etc.”

¡Bingo!

Además, le quitaron la clasificación de término lingüístico y se refirieron a lo que es exactamente: una onomatopeya, es decir, una palabra que imita o recrea un sonido.

Y en 2001 llegó, ahora sí, la segunda acepción: “Pulsación que se hace en alguno de los botones del ratón de un ordenador”, frase que desde 2010 redondeó la Real Academia al agregarle la frase: “para dar una instrucción tras haber señalado un enlace o icono en la pantalla”, precisando que es un término informático.

De clic derivaron dos palabras: clicar y cliquear, pero ninguna de ellas son aceptadas por la Academia, que recomienda reemplazarlas por la expresión hacer clic, que dicho sea de paso, también se usa coloquialmente para referirse a la afinidad espontánea entre dos personas, situaciones, objetos, etcétera.

Fuentes: 1, 5, 6, 7.

 

Una conjugación que a nadie satisface

Por Zazil-Ha Troncoso

Desde el primer Diccionario de la Real Academia Española que existe el verbo satisfacer, y casi tres siglos después, es hora que seguimos batallando para conjugarlo.

“¿Satisfacieron sus necesidades?”. Mmmm, suena bien, lógico, razonable, natural, aunque siempre queda ese dejo raro. Como que no estamos muy convencidos…

Ciertamente es incorrecto. En su lugar debe usarse el, sí, horroroso satisficieron. Y peor, lo que sería una respuesta: “Sí, satisficimos nuestras necesidades”.

Por donde se le busque suena raro, aunque esté bien: satisfaré, satisficiste, satisfaría, satisfaremos… Ya un poco más decente nos suena: satisface, satisfaga, satisfacíamos. Ahí no hay nada que objetar.

¿Cuál es el secreto para conjugar el verbo satisfacer correctamente? Sencillo, como lo hacemos con el verbo hacer.

Visto así, entonces el uso de satisfacieron, tan frecuente en nuestra habla, pierde todo sentido cuando caemos en la cuenta de que nunca jamás diríamos hacieron.

En cambio sí es correcto el gerundio satisfaciendo porque sí haríamos sin problemas la conjugación haciendo.

¿Y por qué, millones de satisfacieron orales y escritos después, la Real Academia se niega a modificar la conjugación para seguirle la corriente al vulgo?

Basta poner como ejemplo lo que hizo la institución con el verbo licuar, que todavía a finales del siglo pasado se conjugaba como averiguar, es decir, “yo licuo, tú licuas…”

Pero después de tantos licúo, licúas…, ahora se conjuga como actuar, aunque todavía se acepte la anterior forma de hacerlo.

En el caso de satisfacer, habría motivos sobrados por parte de la Real Academia para persistir en que se conjugue como hacer.

Y es que finalmente, satisfacer viene del latín satisfacere, integrado por las palabras latinas satis -o sea, bastante– y facerehacer-.

El caso es que entre la lógica postura de la Real Academia, y la lógica oral de los hablantes, el único acuerdo es que no hay acuerdo, y por lo que se ve, ni una ni otra parte quedarán satisfechas.

Y mientras, según el Corpus de Referencia del Español Actual, por cada dos que utilizaron satisficieron, hay uno que usó el incorrecto satisfacieron. Y eso que hablamos de escritos, donde predomina el uso culto y la corrección de estilo.

¿Quién ganará la batalla? Y lo mejor de todo: ¿cuándo?

Fuentes: 1, 14.

Las graves agraviadas (o las llanas allanadas)

Por Zazil-Ha Troncoso

¿Por qué prohíbe se acentúa a pesar de ser grave y terminar en vocal?

Es el típico caso engañoso que se da por la norma de que si la palabra es grave y termina en vocal, no se acentúa (¿checaste que acentúa es grave, termina en vocal y lleva acento?).

Lo que sucede es que cuando se junta una vocal fuerte (a, e, o) con una débil (i, u), y la débil es tónica, entonces se acentúa, sin importar en qué letra termine la palabra.

En el caso de prohíbe, la vocal fuerte es la o, pero el acento está en la débil, que es la i, así que se acentúa.

Eso explica por qué acentúa también lleva acento: la vocal tónica es la débil (u), a diferencia de lo que sucede en acentuar, donde la vocal tónica es la fuerte (a).

Lo mismo aplica para los verbos que, conjugados, terminan en ía: dormía, rugía, comía… pues el acento va en la vocal débil, o sea la i.

Es así como se hace distinción entre sabia (la que sabe mucho) y sabía (la que ya tenía conocimiento).

En estas situaciones pasa algo interesante: se rompe el diptongo (dos vocales en una sílaba) y se produce lo que se llama hiato (dos vocales en dos sílabas).

Así, acentuar tiene tres sílabas porque no hay acento que rompa el diptongo: a-cen-tuar, mientras que acentúa tiene cuatro debido a que se produce el hiato: a-cen-tú-a.

En el caso de sabia y sabía, como puedes observar, ambas son graves, con la diferencia de que sabia tiene dos sílabas por el diptongo, y sabía, tres por el hiato.