¿Cebiche o ceviche?

¿Cebiche o ceviche?

La forma de escribir esta palabra siempre ha representado una inquietud, considerando además que hay tantas variantes circulando por ahí como recetas hay para preparar este platillo. Ni siquiera se ha podido dilucidar el origen de la palabra, aunque se cree que viene del árabe. Para la Real Academia Española, la forma correcta es cebiche, pero también ceviche, mientras que considera válidas las formas seviche y sebiche. En ese orden. Es una de las palabras con más variantes ortográficas del idioma español. La palabra cebiche llegó al Diccionario de la lengua española en 1925.

Lobo solitario

Lobo solitario

Stephen Paddock, el hombre que disparó a una multitud en un concierto en Las Vegas desde el Mandalay Bay Resort and Casino, fue calificado por la policía como un “lobo solitario”. La expresión original en inglés es lone wolf, y no es casualidad, ni mucho menos poesía, que se haga tal asociación, puesto que tiene una definición muy precisa y acorde al caso, como lo establece el Oxford Dictionary: “un terrorista u otro criminal que actúa solo, en lugar de ser parte de una organización más grande”. Según el Collins Dictionary, la expresión se registra desde principios del siglo XX.
Qué haremos pues con eso de la calor

Qué haremos pues con eso de la calor

Escribo el título de este artículo en Word, y al darle enter, sin consultarme, automáticamente me cambia la calor por el calor (ups, ahora lo hizo de nuevo), desplazando así ese primer párrafo que por tantos días mastiqué con el fin de abordar este acalorado tema.

Voy a ver las opciones de autocorrección que tiene el programa y me encuentro con aberraciones por el estilo que por fortuna no está dispuesto a dejar pasar: la filólogo, las avestruces y la aprendiz, así como la extensa familia de la hacha, la agua, la águila, la hambre, la álgebra y demás.

En esos casos, bien que el Word haga su labor para sustituirlas, como corresponde, por la filóloga, los avestruces y la aprendiza, al igual que el agua, el águila, el hambre y el álgebra, cuya explicación de por qué siendo femeninas llevan un artículo masculino podrás encontrar aquí.

Sin embargo, en el caso de la calor, es necesario poner una objeción, o cuando menos matizar un poco sobre esta construcción, puesto que su uso en muchos casos no es lo que parece.

Sí, por supuesto, el uso de la calor está asociado con el habla inculta, y en ese sentido, aventuro a pensar que pudo haber sido por influencia de la calura, que es lo mismo que calor, y que se usaba antiguamente.

La prueba de su influencia en el idioma es que usamos muchísimo más la palabra caluroso, derivada de calura, que el caloroso proveniente de calor. De hecho, por imitación de caluroso usamos más la palabra riguroso que la verdaderamente generada a partir de rigor, que sería rigoroso.

Calor lo heredamos tal cual del latín y desde aquellos tiempos es masculino. Así lo establece también el Diccionario de la Real Academia Española, pero al mismo tiempo indica que es “usado también como femenino”.

La aclaración no es para nada nueva, pues desde la edición de 1729 ya refería que “algunos la hacen femenina, diciendo la calor”. Eso significa que desde hace casi tres siglos que se documenta el uso de la palabra acompañada del artículo femenino.

Sin embargo, en el Diccionario Panhispánico de Dudas, la Real Academia dice que su uso era normal en el español medieval y clásico, pero hoy se considera vulgar. 

Pero en contraste, el Diccionario del Español Actual establece que el uso de la calor es popular, que no es lo mismo que vulgar, y muy importante, regional, lo que significa el reconocimiento de que en algunas partes es una palabra femenina.

Abordando el tema en Twitter, surgieron comentarios que ilustran esta perspectiva regional, como los de @el_masse_xy, @NBengoetxea, @juliana_icm y @MJGarciaFolgado (haz clic en los nombres para ver el tuit respectivo). También expresaron otros matices @maiteximenez y @charlymils, y abonó mucho al debate la atinada opinión de @ComaConComilla, la cual comparto, y de algún modo, también la Academia.

Y es que a pesar de su postura de que el uso de la calor debe evitarse, en la Nueva gramática de la lengua española habla sobre este asunto en el apartado correspondiente a los sustantivos ambiguos en cuanto al género, que en buen español, son aquellos que poseen los dos géneros, como el/la azúcar y el/la maratón. Es decir, que cualquiera de las dos variantes es correcta.

Respecto a calor, esta maravillosa y muy trabajada obra dice que “es masculino mayoritariamente, pero en algunas regiones también se emplea la forma femenina, que no pertenece al español estándar”. También habla sobre el caso de el/la mar, en el que la ambigüedad también tiene que ver con motivos geográficos.

El punto es que con esta mención, la Academia reconoce la ambigüedad en cuanto al género de la palabra calor, y sin embargo, no le da ese reconocimiento en la próxima edición del Diccionario, que se supone incluirá los cambios establecidos por la nueva gramática y la ortografía, como lo ha hecho de toda la vida con mar, que tiene la misma restricción geográfica que calor.

Más aún, en contrasentido, al actualizar en el próximo Diccionario la definición de nombre ambiguo, deja como único ejemplo el de el/la mar, y elimina el que mantuvo en sus ediciones de 1970 a la actual de el/la calor.

En pocas palabras, por una parte la Academia lleva casi tres siglos reconociendo que se usa también como femenino y por cuatro décadas lo usó como ejemplo de palabra ambigua, pero en la definición de calor nunca ha admitido que tiene ese carácter, y por otra, lo reconoce como ambiguo en la nueva gramática, pero en el Diccionario lo quita como ejemplo de sustantivo ambiguo.

La gran ironía es que, tratándose de esta palabra, la Real Academia ha sido muy ambigua. Así las cosas, ¿qué haremos pues con eso de la calor?

Fuentes: 1, 2, 3, 5, 7, 8, 14, 15, 22, 23.

¿Americanos o estadounidenses?

¿Americanos o estadounidenses?

Cada vez que un estadounidense suelta sin tapujos su “I’m american” o se refiere a su país como “America“, los latinoamericanos no podemos evitar sentir como que algo se nos retuerce por dentro, ¿a poco no? Nos molestamos y de inmediato nos viene a la mente la idea, palabras más, palabras menos, de que claro, los gringos creen que son los dueños del continente y se autoadjudican el gentilicio, como si de México para abajo no existiéramos. Inspirada en este tuit, con el que de inmediato me sentí identificada, me propuse indagar por qué los estadounidenses se autoproclaman americanos, aunque debo reconocer que el resultado me cambió la perspectiva. La triste conclusión es que, sí, no hay ningún pecado mortal en que los estadounidenses se refieran a sí mismos como americanos, por la simple y sencilla razón de que, nos guste o no, su país se llama igual que nuestro continente. Pongamos un ejemplo: a semejanza de Estados Unidos de América, el nombre oficial de México es Estados Unidos Mexicanos, y sin embargo, nadie proclama que los mexicanos se hagan llamar estadounidenses. En ambos casos, el elemento Estados Unidos se refiere a su forma de gobierno, como sucede también, otro ejemplo, con la República Bolivariana de Venezuela, a cuyos habitantes nunca les hemos reclamado que se hagan llamar republicanos. Además, no es que cada estadounidense represente la encarnación viva del espíritu del Tío Sam cuando se refiere a sí mismo como american, sino que ellos no tienen en su idioma otro gentilicio que los defina, más que ese. Claro que en sus diccionarios también definen american como lo relativo al continente, pero no en su primera acepción, la cual se refiere invariablemente al ciudadano de Estados Unidos de América. Sucede a la inversa en los diccionarios de español, donde americano es, en primera instancia, el que es de América, el continente, y ya después se encuentra el significado de estadounidense, acepción que no se puede excluir ante la realidad de que muchos hispanohablantes también les dicen americanos. Cuando mucho, en los diccionarios de inglés se establecen como sinónimos de estadounidense las palabras yankee -castellanizada con un matiz despectivo como yanqui– o yank. Y considerado como adjetivo, es decir, lo relativo a Estados Unidos o que tiene calidad de estadounidense, se pueden usar, además de las dos mencionadas, stateside, o bien, las siglas US, de United States, antepuestas a la palabra. Pero eso sí, que quede claro: en español, el gentilicio correcto es estadounidense, y también se considera válido estadunidense. Inadmisibles son americano y norteamericano, aunque claro, hay expresiones muy asentadas en el uso como es el caso de sueño americano y de futbol americano. Ahí no hay nada que hacer. Ahora vamos ahora al meollo del asunto: ¿por qué, pues, Estados Unidos adoptó el mismo nombre que nuestro continente? Empecemos por el nombre de América, que ya sabemos que viene de Américo Vespucio debido a que fue él quien descubrió no el territorio, mérito que corresponde a Cristobal Colón, sino el hecho de que se trataba de un continente. Y aunque él se llamaba Américo, terminaron poniéndole América para que quedara a tono con los nombres de los otros continentes, todos feminizados: Europa, África, Asia, Oceanía, y hasta Antártida para quienes también la consideran. Aclarado el punto, recordemos que parte del actual territorio del país en cuestión se conocía como las Trece Colonias británicas, que pertenecieron al Reino Unido hasta finales del siglo XVIII, cuando se independizaron. En la Declaración de Independencia se estableció por primera vez la denominación de Estados Unidos de América: Estados Unidos, por la forma de gobierno, y América, como referencia geográfica, en un contexto en el que no se hablaba de países, inexistentes como tales, sino del continente. Por supuesto que cuando los estadounidenses lograron su independencia, ocupados en lo suyo, ni siquiera tenían idea de que el resto de las colonias de América (¿se aprecia con qué naturalidad surge aquí América también como referencia?) iban a seguir sus pasos respecto a reinos como los de España, Portugal y Francia. Medio siglo después vendría la Doctrina Monroe, sintetizada en la frase “América para los americanos”, acompañada de sus múltiples interpretaciones, así como el imperialismo y la política intervencionista en el continente americano. Pero esa, estimados lectores, es otra historia que, no se confundan, nada tiene que ver con el origen de la toponimia de Estados Unidos de América.
Independencia

Independencia

La Independencia es una de las fechas más conmemoradas en América y la palabra tiene un origen sumamente figurativo, como lo expresa el verbo que constituye el núcleo del vocablo: pender, que viene del latín pendere, que significa colgar, pesar.

De esa idea se originaron palabras como péndulo, que está colgado; suspenso, que está en el aire, es dudoso; a expensas, que representa un peso para otro, o como decimos, a sus costillas.

También tenemos pensión, es decir, un peso, una carga, para un Estado o empresa, y apéndice, que cuelga, como sucede con esa inútil prolongación que tenemos al final del intestino grueso.

De pender y la idea de pesar viene también pensar, puesto que cuando uno piensa, le da peso a las cosas, a las situaciones, a las personas, para obtener una idea, una propuesta, una reflexión, una postura.

La estrecha relación entre pender, pesar y pensar se aprecia en palabras como sopesar y ponderar, que significan dar valor a algo, determinar su peso, lo cual hacemos mediante el acto de pensar.

Tenemos, pues, bastante entendido lo que es pender, al que ahora antepondremos la partícula de para obtener la palabra depender, que significa estar bajo la influencia o autoridad de algo o de alguien.

En este caso, la partícula de tiene la finalidad de reforzar el sentido de la palabra, como pasa también en otras como demostrar, devoto y denominar.

En resumen, si pender significa, en el contexto de lo que era nuestra relación con España, estar subordinados a ella, colgados de ella, entonces depender implica que ese vínculo es muy fuerte. Bueno, tanto, que para deshacerlo se necesitó una guerra.

Ahora agreguémosle a la palabra depender la terminación ncia, que se usa para dar la idea de un estado permanente, una calidad duradera, como se aprecia en fragancia, ignorancia, constancia, penitencia, y nuestra palabra obtenida, dependencia.

Falta agregarle una partícula más, in, que significa negación. Dicho de otro modo, cuando los países de América colonizados por España decidieron ya no estar subordinados a otro gobierno. Claro que esto puede ser muy relativo, pero esa esa es harina de otro costal.

Lo que sí llegó para quedarse fue nuestro maravilloso idioma español, ¿a poco no?

Fuentes: 1, 10, 18, 22.